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La historia de
Wilier Triestina

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, los aliados y la entonces Yugoslavia se disputaban el Territorio libre de Trieste. Pietro Dal Molin, que en 1906 se hizo cargo de la desconocida empresa inglesa Wilier, se sumó a la causa política italiana añadiendo la palabra Triestina al nombre de la marca y a sus siglas (W l'Italia LIbera E Redenta). Una elección audaz y arriesgada porque Dal Molin no se limitó al nombre. Como símbolo, escogió la alabarda de San Sergio, efigie de Trieste, y contrató al corredor oriunndo Giordano Cottur. Una postura que no podía pasar desapercibida...

1906
La nostra storia - Wilier Triestina

La invención de la bicicleta de seguridad a finales del siglo XIX acabó con su peligrosidad. La introducción del neumático hizo desaparecer la creencia de que la nueva creación era demasiado incómoda para pasar tiempo sobre ella.
La bicicleta se reveló la gran innovación, que cambiaría la idea del movimiento en poco tiempo. Los primeros en darse cuenta del fenómeno fueron los ingleses. A ellos les siguieron los Estados Unidos, Francia y, a principios del siglo XX, Italia.

Entre los pioneros de la bicicleta en la bota tenemos a Pietro Dal Molin, que en 1906 adquirió en Bassano del Grappa la marca inglesa Wilier y empezó a fabricar bicicletas de seguridad.

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Quien aprovechó las oportunidades de la época finalizada la guerra fue Mario Dal Molin, uno de los hijos de Pietro, que cambió el nombre de la fábrica por Ciclomeccanica Dal Molin, e inauguró los nuevos departamentos de cromado y niquelado que ampliaron aún más el horizonte productivo de la empresa.

Mientras, las gestas de los mejores ciclistas profesionales daban un nuevo impulso a la difusión de la bicicleta. Y Ciclomeccanica Dal Molin supo recoger el guante. Tanto que, al término de la Segunda Guerra, entró por sus medios en el mundo del gran ciclismo con un equipo propio que sacó del cajón el viejo y querido nombre original de Wilier, al cual le añadió el de Trieste, una idea muy adecuada para esos tiempos en el que la empresa seguía afirmando su amor por una ciudad todavía en disputa. Trieste.

A finales de 1945, Wilier Triestina sabía perfectamente quién quería ser y que quería dotar al equipo de la alabarda, el emblema de Trieste. Incluso dio rienda suelta a la creencia equivocada, a la vez que muy rentable, de que Wilier quería decir W l'Italia Libera e Redenta (Viva Italia liberda y redimida).

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Al igual que en América y en Europa, la iniciativa fue un gran éxito comercial que dio paso a la producción en serie. La fabricación metódica permitió reducir los costes, y con estos los precios, lo que provocó un rápido y sostenido aumento de la demanda del nuevo medio de transporte.

A pesar de que Bassano del Grappa no estaba lejos del frente en la Primera Guerra Mundial, Wilier no se vio afectada. Al contrario. La épica de las acciones sobre la bicicleta del cuerpo de infantería italiano llamado los Bersaglieri le dio a la empresa de Pietro Dal Molin un gran empuje publicitario.

1946
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Mario Dal Molin no tardó en darse cuenta de que un gran equipo ciclista profesional exigía un importante desembolso financiero, que al mismo tiempo era un potente medio promocional. La primera reafirmación de esa intuición fue durante el primer Giro de Italia que disputó Wilier. Era el 30 de junio de 1946. La duodécima etapa del Giro tenía que acabar en Trieste, pero el pelotón tuvo que pararse en Pieris tras un incidente por un lanzamiento de piedras presuntamente orquestado por partidarios de la anexión de Trieste a territorio yugoslavo.

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A pesar de suspenderse la carrera y del peligro de accidente, los ciclistas de Wilier fueron escoltados hasta la meta. La jornada culminó con la victoria en la línea de meta del triestino Giordano Cottur, el capitán del equipo, y acabó en un inmenso baño de masas con los corredores y la alabarda.

Fue el primer gran éxito comercial de Mario Dal Molin y su director técnico Giovanni Zandonà. Una exultación de aficionados, de banderas rojas de Trieste y de alabardas blancas. Una combinación que representaba, no por casualidad, el color y el símbolo del maillot Wilier.

La nostra storia - Wilier Triestina
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1947
1948
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Entre 1946 y 1950, el equipo siguió ganándolo todo. Buena prueba de ello es la clasificación general del Giro de Italia de 1948, que se llevó Fiorenzo Magni, el nuevo capitán del equipo Wilier, seguido de Giordano Cottur, Giulio Bresci y Alfredo Martini, que acabaron en el tercer, séptimo y décimo puesto de la clasificación final, respectivamente. No nos equivocaríamos si decimos que, en 1948, en Italia no había equipos ni bicicletas más competitivos que los fabricados por Ciclomeccanica Dal Molin en Bassano del Grappa.

La nostra storia - Wilier Triestina
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Los éxitos deportivos continuaron hasta 1950, con las dos históricas victorias de Fiorenzo Magni en el Tour de Flandes de 1949 y 1950, con el abandono en bloque del equipo nacional italiano en el Tour de Francia de 1950, con un Magni a la cabeza de la clasificación general y virtual vencedor de la carrera, así como con dos importantes logros de Antonio Bevilacqua, el título italiano en Ruta y el campeonato del mundo de persecución en Rocour, Bélgica.

Junto a las victorias, posaba para Italia y para el mundo del ciclismo en general el famoso color patentado «rojo cobrizo» del cuadro de las bicicletas Wilier.

1952
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Sin embargo, no bastaba con ganar laureles. La gente empezó a motorizarse, y la forma de entender los desplazamientos masivos cambiaba a marchas forzadas. A pesar de sus éxitos deportivos, los hermanos Dal Molin no fueron capaces de responder con la misma rapidez a las nuevas exigencias del mercado, hasta que se vieron obligados a liquidar rápidamente la fábrica, fruto de un pésimo negocio en Argentina.

Así, en 1952, y tan solo cuatro años después del triunfo en el Giro de Italia, la fábrica de Ciclomeccanica Dal Molin fue vendida a Meccanica Moderna Milano, que mantuvo en funcionamiento unas pocas líneas de producción durante un breve espacio de tiempo antes de bajar definitivamente la persiana.

1969
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Aunque Wilier Triestina dejó de existir hace muchos años, los ecos de las grandes victorias durante los días dorados del ciclismo italiano siguieron resonando en el efervescente distrito ciclista de Vicenza.

Fue así como Lino y Antonio Gastaldello respondieron positivamente a la oferta de compra de la legendaria marca y trasladaron la producción a Rossano Veneto, donde habían vivido y trabajado en el negocio de las bicicletas durante mucho tiempo.

1979
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Sus conocimientos y habilidades hicieron realidad en 1979 el renacimiento de la empresa y un nuevo enfoque del ciclismo profesional, suministrando material ciclístico y apoyo técnico al equipo Mecap Hoonved, con el corredor Mario Beccia como punta de lanza. La victoria de Beccia en la primera etapa del Giro y su posterior sexto puesto en la clasificación general no podían ser mejor presagio.

Sin embargo, durante unos años los hermanos Gastaldello decidieron dejar de invertir en el deporte propiamente dicho, para concentrarse más en la puesta en marcha de la fábrica, que crecía rápidamente y exigía un meticuloso control de la gestión.

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Lino Gastaldello, que en 1989 se convirtió en el único propietario de Wilier Triestina, continuó la reorganización de la empresa que culminó con la construcción de la sede actual en Via Fratel Venzo, Rossano Veneto.

Con la estructura productiva y comercial consolidada, Lino Gastaldello decidió en 1995 volver a entrar en el mundo del ciclismo de competición, apoyando al BresciaLat de Massimo Podenzana y, posteriormente, en 1997, uniéndose al Mercatone Uno de Marco Pantani.

Aquella fue una temporada inolvidable en la que un Pantani montado en su Wilier de aluminio amarillo consiguió dos grandes victorias en el Tour de Francia (Alpe d'Huez y Morzine) y terminó La Grande Boucle en tercera posición, por detrás de Jan Ullrich y Richard Virenque.

La exposición de Wilier, dentro de la sede de la empresa en Rossano Veneto, reserva un espacio especial a la bicicleta de Marco Pantani, ante la que muchos visitantes se postran meditabundos durante unos instantes.

Todos en Wilier Triestina tienen grabado el día en que Yoshizo Shimano, en una visita a los departamentos de la empresa, se detuvo e hizo una reverencia ante la memorable Wilier amarilla.

1997
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Además de continuar su afán por el constante desarrollo industrial, Wilier Triestina sigue apoyando desde 1995 a los principales equipos ciclistas profesionales como patrocinador técnico, haciéndose eco de los resultados de los gloriosos años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

En 2004, Davide Rebellin hizo un impresionante triplete en las Clásicas de las Ardenas, llevándose la Amstel Gold Race, la Flecha Valona y la Lieja-Bastoña-Lieja. Resultados similares nacieron de la relación con el equipo Lampre, que condujo, después de casi sesenta años, a un nuevo éxito en el Tour de Flandes de 2007 y a la victoria en los Campeonatos del Mundo de Ciclismo en Carretera de 2008, ambos de la mano de Alessandro Ballan.

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Fue en 2011 cuando Michele Scarponi le devolvió a Wilier el embriagador sabor del triunfo al alzarse con el Giro de Italia. Una victoria que se auguró el año anterior tras la conquista por Alessandro Petacchi de la clasificación por puntos —el maillot verde— en el Tour de Francia. Más reciente es la asociación con el equipo Astana, que ha deparado resultados igualmente halagüeños, como la victoria de Jakob Fuglsang en el Giro de Lombardía 2020 y los dos primeros puestos de Alexey Lutsenko y Miguel Ángel López en la Le Teil-Mont Aigoual y la Grenoble-Col de la Loze, las dos etapas más esperadas de la centésima decimoséptima edición del Tour de Francia.

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Además del ciclismo de carretera, y gracias al impulso de los hermanos Michele, Enrico y Andrea Gastaldello, en Wilier han ido adquiriendo cada vez más importancia los compromisos en el terreno off-road, un segmento de productos que ha ido ganando peso en términos de volumen de negocio. La empresa se ha convertido de esta forma en el principal patrocinador de uno de los equipos de bicicleta de montaña más importantes del mundo, el Wilier Triestina - Pirelli Factory Team.
Así, como parte de los grandes logros deportivos de la historia de Wilier Triestina, no podemos dejar de mencionar los éxitos en 2022 de Simone Avondetto en los campeonatos italiano, europeo y el mundial de cross country olímpico sub-23.

2023

En 2020, además de unos magníficos resultados en las carreras, Wilier Triestina alcanzó un objetivo de importancia estratégica al llegar a un acuerdo con el fondo Pamoja Capital, que adquirió una participación minoritaria en el capital social de la empresa. Un nuevo impulso que permitió a la triestina aprovechar, de la forma más equilibrada posible, las oportunidades derivadas de una mayor conciencia ecológica y sanitaria tras la fase más aguda de la pandemia de la COVID-19.

Aunque, más allá de las hazañas competitivas y de la nueva estructura corporativa, Wilier Triestina no ha dejado de ser lo que siempre, un embajador del ciclismo. Colabora y sigue a todos aquellos que ponen a prueba sus límites día tras día montados en la bicicleta.

Los nombres más llamativos son sin duda los de Omar Di Felice, Caroline Soubayroux y David Fergusson, y Wiebke Lühmann, tres personas que de la noche a la mañana decidieron confiar una parte importante de sus vidas a la bicicleta. Como también lo hacen los numerosos aficionados que siguen dando testimonio de su fidelidad al mundo Wilier Triestina a diario.